“Sigamos construyendo juntos. El Espíritu Santo nos necesita”. En línea con todo lo trabajado durante la fase diocesana del Sínodo, y dándole continuidad al mismo, el pasado sábado día 4, la comunidad parroquial de Cristo Rey celebró la Vigilia de Pentecostés.

Siendo Pentecostés el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, momento propicio para que los laicos dejen patente su papel fundamental en la corresponsabilidad eclesial y en la misión evangelizadora de la Iglesia, ambas cosas emanadas de su condición de bautizados, un centenar de laicos, entre los que estaban la gran mayoría de los que viven su fe en “Grupos de Vida”, la mayoría de los que participaron en las distintas sesiones de la fase diocesana del sínodo, y otros miembros de diversos grupos de apostolado seglar, se reunieron como Pueblo de Dios, orando e invocando el Espíritu de Dios para que siga alentándolos en sus corazones en el camino sinodal.

Siguiendo la guía elaborada por la Vicaría de Evangelización de la diócesis, la meditación previa al encendido del Cirio Pascual y a la colocación de la Cruz (junto al cartel del Sínodo y los colores de ACG), y las meditaciones previas a la lectura de la Palabra de Dios (Gen 11,1-9. Rut 1,6-22. Jn 20,19-23), introdujeron a los asistentes en el deseo de que Cristo sea la luz del mundo, la sinodalidad como vuelta a nuestro ser Iglesia, la presencia de Dios a nuestro lado en el camino sinodal, y la creencia en Pentecostés como exponente de que otra iglesia es posible.

Tras cada una de las lecturas de la Palabra de Dios, al tiempo que el templo iba iluminándose, se fueron realizando diversos gestos. Primero se entregó a los asistentes un ladrillo de cartón simbolizando que todos formamos parte de la Iglesia. En un segundo gesto se invitó a que cada uno escribiera en su ladrillo qué puede aportar a la comunidad parroquial, a la Iglesia. En un tercer gesto, cada uno aportó su ladrillo a la construcción de una Iglesia.

Con una oración final que finalizaba diciendo: “Es tu hora”, los asistentes abandonaron el templo con la alegría de haber vivido en comunidad una hora de oración, comunitaria y personal, y sentir que el Espíritu de Dios está a su lado en el camino de la conversión. Antes de salir, cada uno se llevó un ladrillo de los utilizados para construir la Iglesia y así recordar que ellos forman parte, imprescindible, de ella.

Hay que reseñar, que la música y el canto de Jose Ibáñez, ayudo sobremanera a la oración, al silencio, a la meditación, con cantos que iban en consonancia con cada una de las meditaciones y gestos realizados durante la Vigilia.