Relee a solas los textos de la eucaristía de hoy. En la reflexión del Lunes Santo te dábamos algunas pautas. Intenta profundizar en el conocimiento de la figura del «Siervo del Señor» y contempla a Jesús en los últimas horas antes de su pasión y muerte.

La Palabra

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Mi defensor está cerca,
¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos,
¿quién me acusará?
Que se acerque.
Mirad, el Señor Dios me ayuda,
¿quién me condenará?
(Isaías 50,4-9a)

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre.
Porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mi.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
(Salmo 68)

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».
Él contestó:
«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?».
Él respondió:
«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?».
Él respondió:
«Tú lo has dicho».
(Mateo 26,14-25)

 

Revisión

Aquí está el examen de hoy. No lo hagas si no has releído antes la Palabra de Dios de la eucaristía de hoy, que te hemos copiado en el recuadro de arriba. 

Aquí está la pregunta
De entre todos los personajes del dibujo de arriba descubre aquéllos para quiénes ha sido enviado el Siervo del Señor. Procura responder sin mirar la solución. Comprueba luego si tu respuesta es correcta, mirando en el acordeón desplegable.
Haz clic aquí para ver la respuesta correcta

Si entre los personajes has descubierto alguno para el que no ha venido el Siervo del Señor es que eres un verdadero «agarrao»; la salvación que nos envía Dios por medio de su Siervo Jesucristo es para TODOS; vuelve a leerte el cántico tercero del Siervo del Señor en el libro de Isaías. Si no has descubierto ninguno indigno de salvación, ¡felicidades!: vas entendiendo bien el mensaje de las Escrituras. Pero, cuidado, no te creas que lo estás haciendo por tu fuerza, es el Espíritu de Dios el que te abre el entendimiento.