¿Quieres entender un poco mejor el Domingo de Ramos? A lo mejor esta reflexión te ayuda.

¿Domingo de Ramos o Ramos de Domingo?

El Domingo de Ramos es fundamentalmente eso: un domingo. Como todos los domingos del año celebramos que Cristo ha vencido a la muerte y que, por su causa, es posible creer en un mundo en el que existan la fraternidad, la justicia, la honradez, la solidaridad, la esperanza, el gozo compartido. Cuando entramos en procesión al templo agitando nuestros ramos, estamos repitiendo un gesto que la gente hizo con Jesús hace veinte siglos; pero algo más que eso. Las palmas y los ramos son signos populares de la victoria, de la fiesta. Y hoy, como entonces, los usarlos con Jesús para aclamarlo, para reconocer delante del mundo que él ha vencido y que nosotros venceremos (¡atención a los exaltados y violentos!: nosotros venceremos sobre el odio con amor). El que los ramos estén benditos o no, eso no es lo importante. De hecho, el misal ofrece dos oraciones de bendición para el comienzo de la misa de este día: en la primera de ellas se invoca la bendición de Dios para los ramos, pero también sobre «cuantos vamos a acompañar a Cristo Rey, aclamándolo con cantos»; la segunda se hace solo sobre los fieles reunidos. No, lo importante no es que los ramos estén benditos, lo importante es que entendamos lo que hacemos con ellos: es decir, proclamamos a través de un gesto, lo mismo que proclamamos al mismo tiempo con nuestros labios: «¡Hosanna en el cielo! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Cristo ha vencido!». Si no entendemos bien esto, corremos el riesgo de que nuestra palma o nuestro ramo de olivo se nos convierta en un recuerdo religioso bendito pero inútil, olvidado en cualquier rincón de la casa.

Este año, no hay bendición de los ramos, por eso tenemos más oportunidad de pensar lo que el gesto significa, precisamente porque no podemos hacerlo. Porque el gesto no estará, pero la fe que lo sustenta sí: confiamos en Jesús, nuestro rey, y lo aclamaremos con nuestra vida, con nuestro encierro o con nuestro trabajo generoso que nos toca hacer por los otros.

Queda todavía algo que decir de este domingo: el título que le pone el misal es «Domingo de Ramos en la Pasión del Señor». No es solo domingo de Ramos. No es solo el recuerdo de una victoria, así sin más adjetivos. Es el recuerdo de una victoria que se consigue a través del sufrimiento y de la muerte (como todas las victorias de verdad; las que se consiguen de otra manera son victorias falsas). Por inercia, a los hombres nos llama la atención lo festivo, la diversión que no nos complica la existencia, el regocijo sin compromiso… Y los cristianos no podemos caer en la tentación de vivir este domingo solo bajo este prisma (los ramos, la victoria), olvidándonos de la otra cara de la moneda (la pasión). Y este año, tal y como están las cosas, sería una frivolidad que lo hiciéramos. Resumiendo: la pasión, la entrega desinteresada, el compromiso acaban siempre en victoria. O también: La victoria siempre exige pasión. Así lo creemos, porque lo hemos visto hecho vida en Jesús. ¡Vivámoslo también nosotros!