Un «desierto» singular

La vida nos ha ofrecido en estos días, sorprendentemente, a los cristianos una singular Cuaresma. Para nosotros, este tiempo litúrgico es un tiempo de recogimiento y de desierto; de entrar en nosotros mismos, de repensar nuestra vida y de iluminarla a la luz de la Palabra de Dios, que siempre nos sale al paso; un tiempo de pensar en los otros, especialmente en los que sufren, porque la intimidad con el totalmente Otro nos lanza hacia los demás.

«Encierro» o «retiro»

Las autoridades sanitarias nos están diciendo que nos quedemos en casa, cosa que por responsabilidad humana hemos de hacer, para respetar y para defender a nuestros congéneres. Pero, además, a los cristianos, este «retiro» nos brinda la oportunidad de dedicarnos a la oración, a la reflexión y a «poner en orden» nuestra casa interior, cotejándola con el Evangelio. Aprovecha: que este encierro te sirva para algo bueno.

Otra modalidad de ayuno

Para bastante gente el ayuno es una cosa pasada de moda, propia de mentes ancladas en beaterías sin sentido (a pesar de que muchos lo hacen por motivos sanitarios o estéticos, llamándolo «dieta»). Pero los acontecimientos nos han impuesto un ayuno múltiple que no entraba en nuestro cálculos: ayuno de abrazos y de besos, ayuno de salidas y de fiestas, ayuno de reuniones y de grupos, ayuno de presencia de gente querida y necesaria… El ayuno nos invita a valorar lo que tenemos y tantas veces nos valoramos ni cuidamos. Aprovecha: que este ayuno te sirva para valorar lo bueno que disfrutas cada día como don de Dios.

Entre el miedo y la calma

Mucha gente está con miedo. Y los cristianos somos gente: muchos cristianos están con miedo. Algunos, incluso, están contribuyendo a crear alarma social, a fomentar la zozobra y la desazón. Y no se trata de quitarle importancia a la situación: seguramente, muchos de nosotros no hemos pasado nunca por un trance tan preocupante y tan grave, que los creyentes, que tantos espacios de reunión tenemos, podemos contribuir a agravar o a frenar. Pero sí se trata de poner cordura y calma; en nosotros y en los demás. Porque los discípulos de Jesús, que estamos sujetos como cualquier hijo de vecino, a las leyes de la vida humana, y somos débiles y caducos, tenemos que aprender a sujetarnos también siempre a la providencia y no multiplicar los «afanes» de cada día, porque «cada día tiene su afán» (Mt 6,34). Aprovecha: pasa del miedo a la cordura, otra forma de proteger a los demás es ayudándoles a estar calmados.

Las iglesias no son la Iglesia

Se nos está recomendando que no vayamos a las iglesias, especialmente las personas ancianas o vulnerables y los niños. No es la hecatombe. En los primeros siglos de cristianismo, los creyentes no tenían iglesias. Y en la actualidad, por desgracia, muchos cristianos que viven en países donde la fe es perseguida, tampoco las tienen. Lo importante no es tener una iglesia a la que ir (o muchas con muchos horarios diversos para poder ir a la hora que más cómoda nos venga). Lo importante es sentirse parte integrante de la Iglesia, de una comunidad viva que cree, proclama la fe a los otros, ora en común, potencia la comunión y la fraternidad, y vive el amor preferencial por los pobres. De esto saben mucho nuestros enfermos y ancianos, que sin salir casi nunca de casa quieren al Señor y a su comunidad y se sienten queridos por ellos. Esta situación nos brinda la oportunidad de tomar conciencia de nuestra pertenencia a la parroquia, aunque no nos podamos reunir en el templo, ni hacer nuestras reuniones, ni pararnos delante de nuestras benditas imágenes.
A través de la página web de la parroquia, de las redes sociales y de los grupos de WhatsApp fomentaremos la comunión y la comunicación, intentando mantenernos unidos en la distancia y en la ausencia. Aprovecha: vive «tu ser Iglesia», más que tu «ir a la iglesia».

Volver a lo esencial

Necesariamente vamos a tener que prescindir de muchas cosas en estos días; cosas que hacemos y tenemos en nuestra vida ordinaria personal y social. Y también estamos prescindiendo ya de muchas cosas sin las que algunos no sabemos pensar nuestra fe. No hay catequesis. Suspendida la reunión de mi grupo. Se ha suprimido el viacrucis. Hace días que no enciendo la velita a la imagen de mi Señor. No puedo ir a misa, porque me han dicho que es mejor que me quede en casa. Quién sabe si saldrán las procesiones en Semana Santa. ¿Cerrarán las iglesia y se suspenderán las misas como ha pasado en Italia?
Esto nos obliga a ir a lo esencial. Vamos camino de la Pascua, de la celebración central de la fe cristiana. Y para vivir la Pascua son necesarios y buenos los viacrucis y las imágenes, las procesiones y los triduos, las confesiones y las misas, los oficios y la Vigilia Pascual. Pero no son imprescindibles. Lo imprescindible es aceptar la locura de amor de un Dios que se ha entregado por nosotros, que ha vencido todo egoísmo y toda muerte, y asociarnos a esa dinámica nueva que él ha introducido en el mundo, para vivir de ella y para ella, y para comunicarla a quienes, aún sin saberlo, la buscan y la necesita. Aprovecha: regresa a lo esencial.