No es nada nuevo lo que te voy a contar, porque es una experiencia que todos vivimos: ¿A que te has preguntado alguna vez por qué pasa el tiempo tan deprisa cuando estás dormido? Bueno o al menos tenemos sensación de que se nos ha pasado volando, no nos enteramos de cómo se pasa el tiempo.

El sueño es necesario para vivir, es nuestro momento de recuperación para estar activos al día siguiente. Pero ese momento no es más que tuyo, y todo el tiempo que estés durmiendo no harás otra cosa, no serás dueño de ti mismo.

Ten cuidado, porque lo mismo te puede pasar con la vida, que se te pasa y no te enteras porque estás dormido. Para enterarse de las cosas uno tiene que estar despierto.

Por eso, si tu corazón está dormido, entonces no amará, no se dedicará a dar vida a otros, que es lo que produce el amor: vida.

Esta semana primera del Adviento, al hilo de la Palabra proclamada el domingo, deberíamos preguntarnos si no será que nuestro corazón está demasiado tiempo dormido y por eso hay tanto desastre a nuestro alrededor.

Pregúntate

¿Tengo el corazón despierto? ¿Soy consciente de todas las cosas buenas que puedo hacer y no hago porque estoy dormido? Y déjalo ahí, porque te doy una palabra de esperanza. Peor sería que tuvieses el corazón muerto, eso sería irrecuperable. Un corazón muerto supone una muerte de todo el ser. Un corazón que no ama nunca… puede ser terrible.